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Mónica Calzetta, los secretos de una campeona del mundo
Cuentos, jaques y leyendas

Mónica Calzetta, los secretos de una campeona del mundo

La ajedrecista mallorquina, que ya fue Campeona de la Unión Europea en 2010, ha logrado un título histórico para el ajedrez español

Manuel Azuaga Herrera

Lunes, 27 de noviembre 2023, 11:32

El pasado 5 noviembre, la española Mónica Calzetta logró en Cittaà del Mare, Terrasini (Italia), el Campeonato Mundial sénior, un título FIDE con el que ha puesto un broche de oro y rodio a su exitosa carrera sobre el tablero. «Es lo máximo a lo que puedo aspirar. El Campeonato Mundial femenino, sin cortes de edad, me queda más complicado», reconoce Mónica con una sonrisa. Aunque todas las participantes se enfrentaban en el torneo, sin distinción, conforme al sistema de cruces, en el campeonato sénior se establecen dos categorías, una para jugadoras mayores de 50 años y otra para aquellas que superen los 65. En este segundo grupo de veteranas destacaba, a sus 82 años, la georgiana Nona Gaprindashvili, leyenda viva de las blancas y negras. Gaprindashvili lució la corona de campeona mundial de ajedrez desde 1962 a 1978. Y fue la primera mujer en obtener el título de Gran Maestra FIDE. «Me hubiera encantado jugar contra ella, pero no tuve suerte con los emparejamientos», se lamenta Calzetta.

La gesta de Mónica en Terrasini exuda el aroma de los relatos épicos. Igual que le ocurrió a la selección de fútbol española en el Mundial de Sudáfrica de 2010, cuando perdió contra Suiza en el primer partido, Mónica claudicó en la ronda inaugural ante la letona Polina Ni, quien, en el lugar más oportuno, planteó una defensa siciliana para llevarse el punto con negras. Mal comienzo para Calzetta. Esta inesperada derrota puso a Mónica en la cuerda floja, pero ella, con el genio de una funambulista, supo mantener el equilibrio para no perder pie, ni la confianza, y sacó a relucir su mejor ajedrez en las siguientes rondas, con golpes tácticos de doble admiración. Su victoria contra la israelí Masha Klinova, una de las favoritas al título, además de ser clave, es muy instructiva. «Llegamos a un final de dos peones contra alfil y gané gracias a la técnica de la oposición, ya sabes, se trata de 'empujar con el hombro' al rey de tu rival», recuerda satisfecha Calzetta. «Es una posición muy interesante para mostrarla en clase», apostilla.

Mejor aún fue el remate de Calzetta contra la subcampeona del mundo, la georgiana Sopio Tereladze, en la novena ronda del campeonato. «Sacrifiqué un alfil para colarme con la dama en su enroque», cuenta la protagonista. «Es un ataque muy bonito. Tenía pensada toda la secuencia. De hecho, guardaba un nuevo truco con la entrega de una torre en la última fila, pero Tereladze se rindió antes de que pudiera jugarlo sobre el tablero».

Aquellos maravillosos años

Mónica nació en Ginebra en noviembre de 1972. Con seis años se instaló con su madre, Lola, en la vivienda que la familia tenía en Mallorca. Su padre, Carlo, de origen italiano, se quedó en el extranjero, trabajando de camarero. Mónica conoció el ajedrez a los 11 años, en el colegio Joan Miró de Palma de Mallorca, gracias al afán de un profesor de matemáticas al que el juego le apasionaba tanto que diseñó un curso de iniciación como asignatura optativa. «Fue un flechazo», confiesa Mónica. «En casa no había antecedentes, nadie había jugado antes, yo fui la primera».

A los 13 años, Mónica viajó a Madrid con el equipo de Baleares para disputar el Campeonato de España Escolar. Obtuvo el mejor lugar en el primer tablero. En 1987, Baleares ganó este mismo torneo, con Mónica a la cabeza, esta vez en Linares, ciudad mágica en la que, meses antes, Anatoli Kárpov había vencido al gran maestro Andrel Sokolov, lo que le convertía en el aspirante al título de campeón del mundo contra Gari Kaspárov. Mónica recuerda aquellos maravillosos años: «Me lo tomaba bastante en serio. Sentía que estaba haciendo lo que de verdad me gustaba y, sobre todo, disfrutaba de un estilo que ya se iba perfilando, que siempre buscaba el ataque y que, a veces, era un tanto suicida, pero que provocaba partidas realmente hermosas».

En aquel tiempo adolescente, Mónica no tenía acceso a las bases de datos de las que hoy disfrutamos. El club en el que jugaba, como premio de un torneo que organizó, regalaba un bono para la compra de libros. Mónica ganó el torneo y compró muchos ejemplares. Los devoró todos con entusiasmo, empapándose de cada nueva idea, de cada diagrama. La lectura de 'Viaje al reino del ajedrez', de Yuri Averbach, le voló la cabeza. Recuerdo que al genio ucraniano Vasili Ivánchuk, años antes, le ocurrió exactamente lo mismo cuando, en la biblioteca de su colegio, leyó el libro de Averbach. Así que ya saben, si creen tener un talento especial para el noble juego, lean a Averbach, conocerán «un reino que no se halla en ningún mapa, sino en el tablero».

Cuestión de confianza

Lola, la madre de Mónica, tenía una tienda de comestibles. Su papel en este relato de vida es decisivo, pues confió plenamente en su hija. Tanto, que le permitió acudir a los clubes y bares de la ciudad donde se jugaba al ajedrez, aunque tuviera que volver, siendo muy joven, de madrugada. Mónica aprendió mucho en aquellas noches de bohemia, en los análisis post mortem de las partidas. «Tuve mucha suerte. Mi madre siempre creyó en mí», recuerda Calzetta. «Me dejaba jugar todos los torneos, y eso que yo era la única chica, siempre estaba rodeada de hombres». En aquellos tiempos, las licencias federativas de mujeres ajedrecistas representaban un 5% sobre el total, una cuota residual que, aún hoy, no supera el 10%.

Así fue como, gracias a la lectura, a las noches de torneos y al amor incondicional de su madre, Calzetta perfeccionó su juego y se convirtió en un referente del ajedrez femenino. «Kaspárov fue mi otra gran inspiración. Estuve dos semanas en una concentración en Murcia, en 1989, en la Escuela de Kaspárov y, lo confieso, me hubiese quedado allí a vivir para siempre».

En 1992, Calzetta abandonó sus estudios de Turismo y volcó toda su apuesta personal en las sesenta y cuatro casillas. Ese mismo año, participó por primera vez con la selección de España en las Olimpiadas de Manila, un honor que Mónica ha sentido hasta en once citas distintas, desde entonces. También jugó el Campeonato del Mundo Universitario, en Amberes, donde España, contra todo pronóstico, consiguió la victoria, una hazaña histórica que, por algún extraño motivo, ha quedado en el olvido. En 1997, Mónica Calzetta, quien ya competía como Maestra Internacional, se alzó con el título de campeona de España. Y, hasta la fecha, nada menos que siete veces ha logrado la corona de mejor jugadora nacional. 2003 fue otro año crucial que tengo marcado en amarillo fluorescente, y es que Mónica abrió un nuevo camino de esperanza para las jóvenes ajedrecistas españolas, al convertirse en la primera mujer del país que obtenía el título internacional de Gran Maestra Femenino.

Calzetta no abandona la causa y reivindica un nuevo formato de competición: «Para luchar por una igualdad real en el tablero», explica, «deberían celebrarse campeonatos nacionales femeninos, no mixtos, tal y como ahora ocurre en España. Debe ser uno de los pocos países del mundo que aplica esta fórmula. Hoy por hoy, la campeona nacional puede quedar muy por debajo en la clasificación general, y esto ya es un factor que desmerece el título, a mi juicio. Además, en un torneo mixto el factor suerte es mayor, dependes demasiado del nivel de tus rivales en los cruces. Si jugáramos solo entre nosotras, sería más justo. Y como campeona, por supuesto, saldría la primera clasificada».

Un amor en el tablero

En 1999, Sergio Estremera, campeón de España de ajedrez (1996), fue designado como capitán del equipo femenino en el Campeonato de Europa de Batumi (Georgia). Mónica acudía por segunda vez a una cita europea, tras su estreno en la ciudad croata de Pula, dos años antes. En Batumi, la selección femenina logró una notable clasificación (9º) y, sobre todo, venció a la todopoderosa Rusia, por primera vez en la historia. En este contexto de euforia surgió el amor entre Mónica y Sergio. «Obtuve muy buen resultado, pero yo creo que jugué así porque quería impresionar a mi capitán», bromea Calzetta.

Mónica y Sergio, pareja dentro y fuera del tablero, forman un tándem peculiar. Me recuerdan al caso del gran maestro Juan Manuel Bellón y Pia Cramling. Le pregunto a Sergio cómo se gestiona esta dualidad porque (pienso) no debe ser fácil. «No hay ningún secreto», me responde al toque. «Si la persona a la que estás ayudando es tu pareja, conoces mejor que nadie cómo controlar la tensión emocional, cómo manejar los momentos malos, sin dramatizar, y los buenos, sin euforia innecesaria». Y añade: «El entrenador y pareja debe saber mantenerse en un segundo plano, estar atento para ser el pararrayos de los miedos, de las posibles interferencias que amenazan con romper el equilibrio necesario para la competición».

Secretos del título mundial

En el reciente Campeonato Mundial sénior de Terrasini, Sergio Estremera también jugó en la categoría masculina (+50), pero por desgracia cayó enfermo víctima del COVID-19. Aislado en la habitación del hotel, y frustrado por no poder dar continuidad a su buen comienzo de torneo (había firmado tablas contra Zurab Sturua, campeón mundial sénior en 2014), Sergio se dedicó a analizar cada detalle de cada ronda de su mujer, a la que enviaba mensajes con algunas ideas preparatorias de cara a la siguiente partida.

Momentos antes del último duelo, ya con el título en el bolsillo, Mónica Calzetta recibió una llamada de teléfono. Al otro lado de la línea oyó la voz de Marga Prohens, Presidenta del Gobierno de las Islas Baleares (PP), quien la felicitó por el título mundial, por el éxito sin precedentes que había cosechado para el deporte nacional. A su llegada al aeropuerto de Palma, Mónica fue recibida como una heroína, con pancartas, flores y rostros de felicidad.

En el envés de esta bella historia, asoma con fuerza la figura de Lola, la madre de Mónica. Lola hoy padece Alzheimer y, en su borrosa noción del momento, no sabe que su hija, aquella muchacha a la que dejaba volver a casa de madrugada, se ha convertido, gracias a ella, en campeona del mundo.

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