Juan Gabriel Vásquez
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Juan Gabriel Vásquez
En vez de piedra, la artista Feliza Bursztyn (Bogotá, 1933) usó la chatarra y el acero inoxidable para fabricar sus esculturas. Hija de judíos de origen polaco y nieta de un hombre que murió asesinado por los nazis, Bursztyn desafió todas las normas morales y estéticas que se le pusieron por delante. Abandonó Colombia dejando atrás a un esposo maltratador y a sus hijas para fijar su residencia en París, donde vivió con uno de sus grandes amores, el poeta Jorge Gaitán Durán.
Esa decisión le supuso el repudio de la comunidad judía y la ruptura con un padre que se sintió avergonzado por la rebeldía de su hija. No por casualidad, instaló en su casa un ataúd vacío como símbolo de la muerte civil al que condenaba a Feliza. Con el devenir de los años, la artista tuvo que exiliarse otra vez en la capital francesa, donde murió en 1982 durante una cena a la que acudieron García Márquez y su mujer, Mercedes Barcha. En una nota necrológica, Gabo escribió: «Murió de tristeza». El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez se sintió fascinado por la vida de esa mujer libre, transgresora y vitalista. El prosista, que algunos críticos consideran el heredero literario de García Márquez en las letras colombianas, ha recreado su biografía en 'Los nombres de Feliza' (Alfaguara).
-En su novela aborda el robo por el M-19 de la espada de Simón Bolívar, lo que se parece mucho a una 'performance'. ¿La realidad imita al arte?
–Fue su presentación en sociedad. El M-19 cautivó la imaginación de mucha gente en Colombia porque comenzó con pequeñas acciones que tenían una simbología y cierto misterio. Después degeneró en una estructura que secuestraba y asesinaba; ahí ya cambió todo. Pero con esas actuaciones se hicieron atractivos para un país en el que la izquierda revolucionaria estaba ya muy viva y moviéndose en muchas áreas de la sociedad.
–También habla de André Breton, quien se sintió seducido por la historia de un campesino colombiano celoso que cosió la vagina de su mujer. Feliza Bursztyn hizo un comentario atinado: «Este tío no ha entendido nada».
–Ese hecho habla de la relación un poco frívola que tenía una parte del surrealismo con la violencia real que embargaba a mucha gente, incluida América Latina. Lo que molestó a Feliza fue ver ese acto de violencia terrible y misógina –un hombre que le cose la vagina a su mujer con alambre de púas–, y que Breton lo viera como una anécdota interesante.
–¿Usted comparte la reflexión que pone en boca de Feliza Bursztyn de que algunos aficionados al arte no quieren museos, sino mausoleos?
–No sé qué decir. Soy un gran admirador de la escultura clásica, me gustan las formas, pero la propuesta de Feliza era claramente romper con una especie de dictadura, no solo desde el punto de vista de las formas, sino de los materiales que se empleaban. Por eso hace esculturas a partir de la chatarra. Así también se hace el arte, rompiendo con lo que viene de atrás.
–La vida de la protagonista de la novela está presidida por el exilio.
–Terminó su vida en un momento político en el que Colombia se llenó de expulsados por razones políticas. Y por añadidura sus padres eran judíos de origen polaco que visitaron Colombia para ver a un amigo y a los pocos años, en 1933, Hitler subió al poder, lo que les obligó a quedarse para salvar la vida. Así que la existencia de Feliza empieza con un exilio y termina con otro.
–Europa se dispone a restringir el derecho de asilo, ese que salvó precisamente a Feliza de la persecución en Colombia y que le permitió residir en París. ¿Qué piensa de ese cambio?
–Forma parte de una ola de políticas de extrema derecha que lentamente van entrando en Europa, políticas que llegan jaleadas por una nueva xenofobia que es hasta cierto punto una fabricación. En EE UU se ha visto cómo el inmigrante se ha transformado en el enemigo número uno. A los inmigrantes se les acusa de crímenes y delitos que no han cometido. En realidad está probado estadísticamente que son los que menos infringen la ley, pero decir lo contrario es políticamente muy útil.
–¿Cómo ve el segundo mandato de Trump?
–Yo estoy muy preocupado. Del primer mandato de Trump se dijo que no debíamos preocuparnos porque era un tipo que estaba loco. Pero con esa primera presidencia hubo un cambio en la manera de hacer política en el mundo, se abrieron las puertas para que la mentira, el matoneo, la violencia retórica, incluso el racismo y la misoginia no solo no fueran problemas, sino que se convirtieron en valores para sus votantes.
–Ahora ya acapara todo el poder.
–Le pertenecen las dos cámaras legislativas y el Tribunal Supremo, y esta poblando las principales instituciones de la vida norteamericana, el FBI y los ministerios, con gente cuya única cualidad es la lealtad. Es profundamente preocupante lo que podrá hacer cuando se le han quitado todos los mecanismos de pesos y equilibrios que tiene la democracia norteamericana. Y ahora además cuenta con la figura peligrosísima de Elon Musk. Trump ha creado a efectos prácticos una plutocracia abierta.
–García Márquez fue determinante en la vida de Feliza. ¿Usted llegó a conocerlo?
–Lamentablemente lo conocí muy tarde, cuando su cabeza ya no iba tan bien. No puedo decir, para mi pesar, que llegara a conocerlo.
–Gabo escribió que Bursztyn murió de tristeza, pero también estuvo expuesta durante muchos años a las emanaciones tóxicas que despedían las soldaduras de la chatarra.
–Sí, claro, le pasaron un montón de cosas. La declaración de García Márquez es la propia de un novelista, pero en realidad hay un diagnóstico médico detrás de la muerte de Feliza que en la novela se va lentamente desvelando. Ambas explicaciones no son excluyentes.
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