En el siglo XXI, las guerras no solo se dirimen en los campos de batalla. También lo hacen, o sobre todo lo hacen, en la tecnología. El enfrentamiento entre Estados Unidos y China, por ejemplo, se explica en la lucha por la primacía en los ... semiconductores, el elemento que hace funcionar el mundo.
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De los ordenadores a los coches, de los teléfonos móviles a los lavavajillas, y claro, de los drones a los misiles, todo depende de los semiconductores, así que no es exagerado decir que la potencia que los domine dominará la geopolítica. La covid-19, cuando la producción de microchips se frenó por los confinamientos, sirvió para que el planeta descubriera la enorme dependencia que tenía de ellos. Chris Miller, profesor de Historia Internacional en la Universidad de Tufts, en Massachusetts, analiza el conflicto contemporáneo más importante en el libro 'La guerra de los chips', publicado por la editorial Península.
Taiwán es el centro de esta pelea que puede hacer estallar el orden mundial. A menos de 200 kilómetros de la costa de China y reclamada por la gran potencia asiática como un territorio propio, la pequeña isla ha tejido desde los años 60 una alianza firme con Occidente gracias a los chips. Estados Unidos hizo de Taiwán su factoría de semiconductores y el territorio alcanzó un grado de desarrollo e independencia económica que China ha visto siempre con recelo.
Miller retrata a un grupo de pioneros taiwaneses, y asiáticos en general (japoneses y surcoreanos, principalmente), que tras formarse en el último tercio del siglo XX en universidades norteamericanas y en Silicon Valley encontraron una gran oportunidad de desarrollar las capacidades tecnológicas de sus países de origen, que al mismo tiempo, aprovecharon la modernidad de los chips para subirse a la globalización y sacar a millones de personas de la pobreza rural a la que estaban sometidos. Empresas como la taiwanesa TSMC, la mayor productora de semiconductores del mundo, son el símbolo de la pujanza de estos países.
Pero la gran batalla entre Estados Unidos y China ha llegado desde el año 2000, cuando el régimen comunista-capitalista descubrió de que podía inundar los mercados mundiales no solo con productos de bajo coste, sino también con productos tecnológicos, para los que necesitaba chips.
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Los semiconductores son el trasfondo de las amenazas, veladas o no, que se lanzan regularmente Xi Jinping y Joe Biden. Entrelazando periodos de mayor alejamiento en los que se vislumbra hasta un enfrentamiento armado con otros de una cierta distensión que se permiten cumbres como la de San Francisco de hace unas semanas, las dos grandes potencias globales dirimen una nueva guerra fría, pero esta vez no solo con armas nucleares, sino también con avances tecnológicos.
«China está dedicando sus mentes más brillantes y miles de millones de dólares a intentar desarrollar su propia tecnología de semiconductores para liberarse del estrangulamiento al que le somete Estados Unidos», escribe Miller. «Si Pekín se sale con la suya, dará un vuelco a la economía mundial y alterará el equilibrio de fuerzas militares».
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