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Solo vivió 36 años, pero fue tiempo suficiente como para convertirse en uno de los autores «más renovadores e influyentes» del tercer cuarto del siglo XIX. Ahora, en el 150 aniversario de su fallecimiento, el Museo del Prado rinde homenaje a Eduardo Rosales con 'Eduardo ... Rosales (1836-1873) en el Museo del Prado', una exposición de diecisiete obras -catorce óleos y tres dibujos-, cuatro de ellas de reciente incorporación a los fondos del Prado y otras que no se muestran en el recorrido expositivo de manera habitual.
Sin duda son tres las obras que atrapan la mirada del visitante en el instante en que franquea el acceso a la sala 60 del edificio Villanueva del complejo museístico. El ropaje, casi vivo, del 'Don García Aznar, conde de Aragón' (1857), la primera de las obras que el museo adquirió para su Serie Cronológica de los Reyes de España contrasta con el aspecto inacabado y la estética nazarena de 'Tobías y el ángel' (1858-63), que dialoga con la pesadumbre que muestra la 'Estigmatización de santa Catalina de Siena, a partir de Il Sodoma' (1862). Pero todo el conjunto permite comprender la personalidad creadora del artista, su evolución y su desempeño en los distintos géneros.
Porque, como explicaba esta mañana Andrés Úbeda, director adjunto de Investigación y Conservación del museo, Rosales era un pintor «polifacético», capaz de deslumbrar en todos los géneros: desde la pintura de historia, su obra más importante, hasta la de carácter literario -ahí está 'Ofelia' (1871), una obra apenas abocetada que representa el hallazgo del cadáver de la amada de Hamlet flotando en el río y muestra el interés de Rosales por el drama de Shakespeare, al que dedicó varios dibujos y algunos lienzos a lo largo de su trayectoria-, pasando por la pintura religiosa, la paisajística o su «magnífico» trabajo como retratista. A través de las diecisiete obras puede contemplarse el interés inicial de Rosales por los maestros del Renacimiento, que estudió con detalle durante su larga estancia en Italia, o los estudios relacionados con las pinturas de historia 'El castillo de la Mota' o 'La Sala de Constantino en el Vaticano', que dan cuenta de un creciente sentido de la simplificación.
En este sentido, y más allá de los retratos que elaboró para distintas familias cortesanas tras el éxito de 'Isabel la Católica dictando su testamento', que le granjeó la primera medalla de oro para extranjeros en la Exposición Universal de París en 1867, destacan aquellos que el autor dedicó a los miembros de su familia, como los dos que en 1860 y en 1867 inspiraron su prima 'Maximina Martínez de Pedrosa', con quien acabaría casándose en 1868, o el boceto preparatorio que cuelga de una de las paredes de la sala en el que se puede ver a su tía materna Antonia Martinez de Predrosa vestida de luto estricto y cuya obra definitiva no está localizada.
Con la muestra, además, se presentan nuevas restauraciones. De los catorce lienzos expuestos, ocho han sido restaurados en los últimos dos años por el taller del Prado, y buena parte del resto en los años precedentes. Javier Barón, comisario de la exposición del que a su juicio es, junto a Mariano Fortuny, «el pintor más renovador en las décadas de 1860 y 1870», daba las gracias a Eva Perales, responsable de la restauración de muchas de estas obras que, tras 41 años trabajando en el museo «con una dedicación ejemplar y una calidad máxima», está a punto de jubilarse.
La exposición, que se podrá visitar hasta el 29 de enero de 2024, se completa con las pinturas que forman parte de la colección permanente en la sala 61 B, protagonizada por Rosales, y en la 101, dedicada a la historia del museo, donde se exhibe 'El salón del Prado y la iglesia de San Jerónimo', hasta presentar un total de 26 pinturas. «La colección que el Prado tiene de Rosales es la mayor y la mejor colección del mundo -asegura Barón- y no solo en el aspecto pictórico porque cuenta además con más de cien dibujos». Asegura Barón que el prestigio que Rosales vivió en su época lo demuestra, por ejemplo, que fuera modelo del Cristo yacente para el 'Descendimiento de la cruz' de Domingo Valdivieso y su influencia se nota, señala, «en la mitad de la sala 75 del Prado, con los artistas posteriores a Rosales».
Según apunta el museo en su nota de prensa, el legado de Carmen Sánchez permitió adquirir y recuperar dos obras de pintura de historia en paradero desconocido desde hacía mucho: 'Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch' y 'La reina doña Juana en los adarves del castillo de la Mota', así como el estudio aún menos conocido de 'La Sala de Constantino en el Vaticano', preparatorio para la 'Presentación de Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste'. Además pudo comprarse el boceto de su último gran cuadro de historia, 'La muerte de Lucrecia'. Por último, 'Paisaje' y el retrato de 'Maria Isabel Manuel de Villena, IX condesa de la Granja de Rocamora' se exponen por primera vez.
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