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Crónica negra

El cinéfilo que simuló su homicidio

La Policía abrió ocho líneas de investigación durante dos años hasta que descubrió que Mario Miralles se inspiró en una película para suicidarse

Javier Martínez y Leticia Aróstegui

Domingo, 19 de enero 2025, 00:10

El caso de Mario Miralles es de esos que cuestan de creer, de los que curten a un buen policía, de los que estudian los criminólogos, los expertos en análisis de conducta o los aspirantes a investigador de homicidios, y también es una de esas historias que fascina a los guionistas de cine. Cuando fue hallado muerto en su domicilio en la localidad valenciana de Ontinyent, Mario tenía las manos atadas a la espalda con una comba y su cabeza estaba cubierta con una bolsa de basura, ajustada a la altura del cuello, con varias vueltas de cinta adhesiva americana de color gris.

Su casero fue avisado por los vecinos al desprenderse un fuerte hedor de la vivienda, un olor a muerte tan desagradable como penetrante, por lo que el hombre acudió con una copia de la llave y esperó a que un policía local entrara en el piso. El macabro hallazgo tuvo lugar el 11 de septiembre de 2012. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición, tumbado en posición decúbito supino sobre la cama de un dormitorio, y vestido solo con un calzoncillo ajustado y una camiseta de color negro.

Un agente de la Policía Nacional analiza la vivienda del hombre fallecido en busca de pruebas. Francisco García

Tras realizarle la autopsia, el forense determinó que la causa de la muerte fue asfixia mecánica por sofocación. La víctima no presentaba heridas de defensa ni otras marcas de violencia en su cuerpo, como hematomas o erosiones, y el análisis toxicológico del cadáver resultó negativo en sustancias estupefacientes y alcohol.

Todo lo que sus familiares, amigos y compañeros de trabajo conocían de Mario eran mentiras entretejidas que formaban diferentes escenas de su vida convertida en una obra de teatro hasta el día de su muerte

Una fotografía de Mario Miralles. R.C.

Los policías que inspeccionaron la casa de Mario hallaron evidentes signos de registro en los muebles, aunque algunos cajones y estantes de armarios estaban intactos. Todas las ventanas y puertas de la vivienda se encontraban cerradas sin signos de forzamiento, y había una llave en el suelo frente a la entrada, una maleta con una etiqueta de un vuelo Roma-Valencia con la cerradura forzada, una botella de vino vacía, platos, cubiertos limpios y dos vasos en el fregadero de la cocina.

Ocho hipótesis homicidas

Los agentes de la Policía Científica también hallaron un sobre vacío, el rollo de cinta adhesiva utilizada para amordazar a la víctima y unas tijeras. Los tres objetos estaban bajo la cama donde apareció el cadáver. Tras analizar la escena de lo que parecía una muerte violenta, la Policía barajó hasta ocho hipótesis homicidas. Un ajuste de cuentas relacionado con un asunto delictivo, un posible robo con torturas a la única persona que vivía en el piso o un crimen pasional fueron algunas de las suposiciones que consideraron los investigadores.

Analizaron las últimas llamadas que realizó Mario, comprobaron los movimientos de su cuenta bancaria, tomaron declaración a familiares, amigos y compañeros de trabajo, visionaron grabaciones de cámaras de seguridad, y lograron extraer datos borrados de su ordenador portátil y su teléfono móvil. El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia realizó una exhaustiva investigación para reconstruir las últimas horas de vida de la víctima, y no encontró ningún indicio que permitiera relacionar su muerte con alguna de las hipótesis criminales.

Cronología de los hechos

Meses antes de que fuera hallado muerto, Mario comentó en su entorno que tenía mucho dinero ahorrado para crear una empresa de tapizado de coches en Italia, y verano tras verano evitaba acudir a las reuniones de su familia en Bocairent con el pretexto de que iba a reunirse con unos amigos en el país transalpino. Sin embargo, la Policía comprobó que no había viajado en los últimos años a Italia, y también verificó que ningún contacto de su teléfono móvil era de este país, y tampoco había correos electrónicos en su ordenador relacionados con los supuestos viajes.

El 19 de junio de 2012, Mario entregó al gerente de la empresa textil Dobeltex una carta de despido voluntario por motivos personales, y renunció a cualquier tipo de compensación económica a la que pudiera tener derecho. Llevaba trabajando diez años como encargado de los telares, cobraba unos 1.700 euros al mes y su decisión de dejar la empresa fue inesperada.

Como había tenido enfrentamientos verbales con compañeros en Dobeltex, la Policía investigó el entorno laboral de la víctima e incluso cotejó huellas y perfiles de ADN de todos los trabajadores de la empresa con los restos biológicos encontrados en el piso de Mario. El resultado negativo de los análisis posibilitó descartar otra de las hipótesis homicidas. Ningún compañero de trabajo estaba relacionado con la extraña muerte.

Tras despedirse de sus compañeros, probablemente con la idea de suicidio ya en su cabeza y sin expectativas de conseguir otro trabajo, apenas se relacionó con sus amigos ni familiares en su último mes de vida. El 27 de agosto sacó 30 euros del cajero automático, y su cuenta bancaria quedó a cero el 1 de septiembre. El dinero del finiquito laboral que ingresó a primeros de julio y sus ahorros ya se habían esfumado.

Aunque nada indicaba que fuera consumidor de drogas y menos aún que tuviera contacto con el mundo delincuencial, la Policía averiguó que uno de sus antiguos vecinos pertenecía a una banda de traficantes de hachís, por lo que investigó la hipótesis de un crimen por error. La posibilidad de que uno o varios individuos hubieran asaltado la vivienda para buscar drogas al confundirlo con un traficante era remota, pero también fue comprobada y descartada por los agentes del Grupo de Homicidios. Un vecino del mismo edificio encontró una bolsa con paquetes de hachís (en el doble fondo de un armario) en el piso que había alquilado. Este hallazgo de droga tampoco tenía ninguna relación con la víctima.

Días antes de la muerte de Mario, su madre notó un comportamiento inhabitual. La única llamada telefónica con relevancia para la investigación la hizo sobre las nueve de la noche del 1 de septiembre para felicitar el cumpleaños a su progenitora. La conversación duró pocos minutos, pero la mujer notó que su hijo podría tener algún problema y lo comentó con otro familiar: «Algo le pasa a Mario».

El 2 de septiembre, el ordenador de Mario tiene registrado su último encendido a las 14:35 horas y deja de utilizarlo a las 15:27 horas. Nadie le llamó por teléfono en un mes y medio. Desde el 1 de agosto hasta el 12 de septiembre de 2012 no hay ninguna llamada entrante en su teléfono. Llevaba una vida muy casera y solitaria, no tenía amigos en Ontinyent ni frecuentaba bares y estaba abonado a una plataforma de televisión por cable. Sus aficiones eran ver películas en casa y las carreras de Fórmula 1.

Los investigadores sitúan la fecha de la muerte entre los días 3 y 4 de septiembre. La casera declaró a la Policía que llamó a Mario el 3 de septiembre y el teléfono comunicaba o estaba fuera de cobertura, y volvió a intentarlo una o dos veces el día 5, pero nadie respondió.

Tras el hallazgo del cadáver el 11 de septiembre en su domicilio en la calle Almaig de Ontinyent, la Policía Científica realizó una minuciosa inspección en la vivienda y los agentes del Grupo de Homicidios iniciaron las primeras investigaciones en el círculo de amistades de la víctima y su entorno familiar.

Los policías consideraron como hipótesis de trabajo que la muerte de Mario pudiera tener su origen en alguna relación sentimental que habría acabado de forma traumática. A sus familiares y amigos les había hablado de alguna novia, pero llegaron a pensar que inventaba los romances, ya que nadie llegó a conocer a ninguna. En su pandilla bromeaban incluso sobre su posible homosexualidad, aunque a Mario no le gustaban los hombres. También hizo creer a sus compañeros de trabajo que estaba casado con una médica originaria de Gandia. La Policía comprobó que era falso y constató que no tenía pareja.

Los investigadores visionaron las grabaciones del 1 al 5 de septiembre de 2012 de las cámaras del cajero de la sucursal de Caixa Ontinyent, muy cercana al domicilio de Mario y en la cual tenía su cuenta bancaria, por si hubiera intentado sacar dinero o le hubiera acompañado alguien, si bien la última vez que retiró efectivo (30 euros) fue el 27 de agosto y el 1 de septiembre su cuenta ya estaba vacía. El visionado de las imágenes no aportó ninguna pista.

Mario Miralles Tormo, natural de Albaida (Valencia), tenía 38 años en el momento de su muerte. Vivía solo desde hacía ocho años en el domicilio alquilado donde apareció su cuerpo, y durante ese tiempo no convivió con nadie en el piso. Sus vecinos poco sabían de él. Su rutina diaria consistía en ir a trabajar y ver películas en la tele. Algunos días salía a correr por la zona de la empresa Dobeltex en Bocairent para hacer deporte, pero volvía al mediodía a Ontinyent para comer en casa y regresaba al trabajo por la tarde. Los únicos amigos a los que veía de vez en cuando, aunque en ocasiones señaladas, eran los de su infancia, una pandilla de Albaida que se autodenomina 'L'Equip'.

Mario con su pandilla de amigos de Albaida. R.C.

Conforme avanzaba la investigación, la Policía descubría cada vez más disonancias con respecto al escenario del supuesto crimen e iba descartando las hipótesis homicidas. Dos años después de la muerte de Mario, los agentes del Grupo de Homicidios, que no dejaron de realizar averiguaciones durante ese tiempo, lograron encajar todas las piezas de lo que parecía un rompecabezas macabro. El caso criminal que investigaban era en realidad un suicidio escenificado como homicidio. La Policía llegó a esta conclusión y la motivó en un informe de 50 páginas que remitió al juez.

El hombre solitario y cinéfilo, incapaz de asumir que su familia y amistades conocieran la frustración que supone dar fin a su vida, se planteó su muerte como una mentira más de las que conformaban su vida y trató de ocultar su suicidio. Tras analizar las pruebas desde una nueva perspectiva, los investigadores comprobaron que Mario preparó la escena con la intención de hacer creer que alguien había acabado con su vida de un modo violento. Todo lo que su familia, amigos o compañeros de trabajo conocían de él eran mentiras entretejidas, en su mayoría, que formaban diferentes escenas de su vida convertida en una función teatral.

Para su familia, Mario era un empresario textil, socio de Dobeltex, con una economía más que saneada, había tenido varias novias y estuvo a punto de casarse con una de ellas, pero todo era falso. Solo era un empleado de la empresa de Bocairent y no tenía ahorros. Tampoco viajaba a Italia ni era ingeniero ni había comprado una nueva casa, y los coches de alta gama con los que acudía a las celebraciones familiares los alquilaba horas antes.

Actuaba siempre como si le sobrara el dinero, presumía de llevar un nivel de vida alto y era muy orgulloso. Como nunca hubiera admitido sus mentiras ni hubiera aceptado volver a depender económicamente de sus padres, llegó a un punto sin retorno (ya no tenía trabajo, dinero ni vivienda) y tomó una decisión drástica para no reconocer que todo en su vida era una falacia. Su crisis vital le empujó a tomar la decisión de quitarse la vida, pero no fue un suicidio cualquiera.

Mario continuó hasta el último momento con su farsa y quiso aparentar lo que no era hasta el día de su muerte. Como había hecho creer a todo el mundo que había viajado a Italia de vacaciones en agosto, siguió su plan de simulación de homicidio y dejó un sobre vacío bajo la cama y una maleta abierta con ropa dentro como si alguien le hubiera robado dinero cuando regresó del viaje.

Con la finalidad de completar la investigación y determinar con mayor rigor el perfil psicológico de la víctima, el Grupo de Homicidios remitió las diligencias de investigación a la Sección de Análisis y Conducta de la Comisaría General de Policía Judicial. Las conclusiones de los policías de Valencia y Madrid coincidieron: suicidio escenificado como homicidio. Mario simuló que un asaltante le ató las manos, le amordazó y le cubrió la cabeza con una bolsa de plástico con el propósito de acabar con su vida.

Todos sus amigos lo definen como una persona fantasiosa. Uno de ellos comentó a la Policía que Mario había muerto como había vivido: en una película. Y no le faltaba razón. ¿Pero de dónde tomó la idea de suicidarse de una manera tan elaborada? Los investigadores revisaron el caso y encontraron la última pieza que encajaba en el macabro rompecabezas: la película 'La vida de David Gale'.

La víctima era amante del cine y pasaba la mayoría de su tiempo, desde que dejó de trabajar, viendo películas en su casa de ONO Televisión y su colección de deuvedés. El canal Fox Crime estrenó el 29 de mayo de 2012 en abierto para todos sus clientes, entre ellos Mario, la película 'La vida de David Gale' y la emitió durante los meses de mayo y subsiguientes de 2012. La trama principal de este filme gira en torno a un crimen que resulta ser un suicidio. Una mujer simula su asesinato con el mismo método, paso por paso, que siguió Mario.

El parecido es asombroso. La actriz se amordaza con cinta adhesiva, coloca una bolsa de basura en su cabeza, que ata alrededor de su cuello, y luego inmoviliza sus manos a la espalda con unos grilletes. La única diferencia es que Mario se ató con la cuerda de una comba, ya que era más complicado conseguir unas esposas.

El informe del Grupo de Homicidios concluye que no cabe duda de que se inspiró en la película para simular su asesinato, y afirma también que es muy probable que viera el filme en varias ocasiones para copiar bien el método. El suicidio de Mario fue la última escena de la obra de teatro de su vida.

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