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Al menos el 21% de las especies de reptiles está en peligro de extinción, según un estudio global de 10.196 especies en el que han colaborado 961 científicos de 24 países coordinados por NatureServe, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ... y Conservación Internacional. La investigación, que se publica en la revista 'Nature', cifra en 1.829 las especies amenazadas, que suponen el 30% de las existentes en entornos boscosos y el 15% de las de hábitats áridos.
Como otros tetrápodos -vertebrados con cuatro extremidades-, la agricultura, la deforestación, el desarrollo urbano y las especies invasoras son las amenazas a las que se enfrentan los reptiles, sobre cuya vulnerabilidad al cambio climático no hay suficientes datos, según los autores. Para ellos, la principal sorpresa del estudio es que las estrategias de protección de mamíferos, anfibios y aves benefician a los reptiles en mayor medida de lo que creían.
«Es una buena noticia porque los grandes esfuerzos para proteger a los animales más conocidos han contribuido probablemente también a proteger a muchos reptiles. La protección del hábitat es esencial para proteger a los reptiles, así como a otros vertebrados, de amenazas como las actividades agrícolas y el desarrollo urbano», ha dicho Bruce Young, codirector del estudio y zoólogo jefe y científico superior de Conservación de la ONG medioambiental NatureServe.
Los autores aseguran que, «como grupo, hay un mayor número de especies de reptiles amenazadas que de aves o de mamíferos, pero menos que de anfibios. Proporcionalmente, están amenazados más mamíferos y anfibios que reptiles». Los cocodrilos y las tortugas se encuentran entre los grupos más en peligro, con el 57,9% y el 50 % de las especies analizadas dentro de esas categorías, respectivamente. Las regiones que concentran más especies en riesgo son el sudeste asiático, África occidental, el norte de Madagascar, el norte de los Andes y el Caribe.
En Australia, que alberga al 10% de las especies -la mayoría endémicas-, el número de las amenazadas se ha duplicado en 25 años. Se ha registrado ya «la primera extinción de un reptil escamoso australiano -el eslizón del bosque de la isla de Navidad, 'Emoia nativitatis'- y dos especies se han extinguido en la naturaleza -el eslizón de cola azul, 'Cryptoblepharus egeriae', y el gecko de Lister, 'Lepidodactylus listeri'-», destaca David Chapple, biólogo de la Universidad de Monash y coautor del estudio.
Las especies de la isla de Navidad, territorio australiano situado al sur de Sumatra, son un ejemplo de «reptiles gravemente afectados por los depredadores invasores», afirma Nicola J. Mitchell, biólogo de la Universidad de Australia Occidental que ha participado en la investigación. «Una serpiente lobo ('Lycodon capucinus') invasora procedente de Asia provocó un reciente colapso de la comunidad de reptiles. Afortunadamente, la cría en cautividad se inició a tiempo y ahora se han introducido eslizones de cola azul criados en cautividad en islas libres de serpientes en el archipiélago de Cocos-Keeling, a más de 1.000 kilómetros de la isla de Navidad».
«Desde las tortugas que respiran por los genitales hasta los camaleones del tamaño de un garbanzo, los reptiles son un grupo ecléctico», apunta Mike Hoffmann, jefe de recuperación de fauna salvaje de la Sociedad Zoológica de Londres. Este coautor recuerda que «muchos reptiles, como los tuátara y la tortuga de nariz de cerdo, son fósiles vivientes cuya pérdida no solo supondría el final de especies que desempeñan un papel único en el ecosistema, sino también de miles de millones de años de historia evolutiva». Los tuátaras, endémicos de varias islas cercana a Nueva Zelanda, son los únicos miembros vivos de un linaje del Triásico, entre hace 250 y 200 millones de años.
«Me parece fenomenal que se haya hecho un estudio como este», ha dicho a este periódico Patrick Fitze, biólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del CSIC. A este científico, que no ha participado en la investigación, no le han sorprendido los resultados del trabajo, cuya principal conclusión es que a los reptiles les afecta la actividad humana como a otros grupos de animales. «No es ninguna novedad. En los ecosistemas, los animales dependen unos de otros. Las aves comen reptiles, los reptiles comen anfibios...», recuerda este herpetólogo, que investiga los factores que determinan los declives de poblaciones animales.
El cambio de uso del suelo, indica, provoca una alteración brusca en el ecosistema que es fácil de ver, pero los efectos del cambio climático son difíciles de detectar en la naturaleza antes de que sea demasiado tarde. En su laboratorio del MNCN, estudia los efectos del calentamiento global en la lagartija de turbera ('Zootoca vivipara'), «de la que conocemos todo». En las condiciones «supercontroladas» del laboratorio, no detectaron en estos reptiles ningún efecto del cambio climático en cuatro años. «Nada estadísticamente significativo». Sin embargo, al trasladar los sutiles cambios registrados a un modelo matemático de dinámica de poblaciones, descubrieron que «en menos de doce años la población cae a menos del 50%, un declive muy fuerte».
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«España es el país europeo con mayor biodiversidad, también de reptiles», señala el investigador del MNCN, que ayer estaba en el Pirineo aragonés estudiando las lagartijas. Mantener esa riqueza pasa por no alterar los usos del suelo. Si se conservan los hábitats, se conservará la biodiversidad, dice Fitze. Los efectos del cambio climático son otra cosa, es una amenaza más a largo plazo.
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