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Como todos los aficionados al Athletic saben, tener una buena cantera es fundamental para detectar el talento. O esa palabra que tanto gusta a los gestores de ciencia, 'excelencia'. Quizá el investigador o la investigadora que vaya a dar con la nueva estrategia que permita ... curar el alzhéimer haya nacido ya en un pequeño pueblo de Euskadi, pero sin un sistema de ciencia básica extendida por todo el territorio será muy difícil que llegue a un laboratorio potente que le nutra con todo lo necesario para poder desarrollar su potencial. Porque el talento nace, pero, sobre todo, se hace.
El cerebro, como las piernas de los futbolistas, hay que entrenarlo. Llegar a ser un buen científico, innovador y creativo, pero también sólido, ético y respetado, requiere de un cierto talento inicial, pero, sobre todo, de mucho, mucho entrenamiento. Nuestra cantera son las universidades, donde los profesores investigadores detectan a los alumnos más brillantes y les introducen en el mundo de la investigación. Como riachuelos de montaña que tienen que alcanzar un gran río antes de llegar al mar, muchos grupos de investigación pequeños sirven de canalización para captar talento, iniciar su andadura en la carrera científica y catapultarles a grupos con impacto internacional.
Este es uno de los motivos principales por los que, para tener una sociedad que aporte soluciones novedosas a los problemas a los que nos enfrentamos –desde el cambio climático hasta la escasez energética y desde las pandemias hasta las enfermedades crónicas–, debemos invertir no solo en la ciencia excelente, sino también en la ciencia de calidad a secas, sin más apelativos. No todos podemos ser un Aduriz o un Ramón y Cajal, pero para que surja un deportista o un científico excelente los que formamos la cantera científica somos imprescindibles.
Pero volvamos a cómo se entrena el cerebro, que a algún lector le picará el gusanillo: usándolo, igual que los músculos. Usen su cerebro: aprendan cosas nuevas, devánense los sesos con juegos de números o palabras, vuelvan a la universidad, lean libros, conversen, viajen, hablen idiomas, cuestionen el 'statu quo'. Mantengan afilado el lápiz de su mente, porque será la mejor manera de protegerles del envejecimiento cerebral y las enfermedades neurodegenerativas. Aunque aún no sabemos exactamente por qué, todas estas actividades de entrenamiento mental contribuyen a lo que oscuramente llamamos 'reserva cognitiva', es decir, la capacidad de algunas personas mayores de mantener una mente clara, aunque su cuerpo acuse el paso de los años.
La palabra 'reserva' hace referencia a que el cerebro de estas personas parece disponer de un almacén de estrategias alternativas para cumplir las distintas funciones cerebrales. Por ejemplo, si un grupo de neuronas se lesiona o se pierde debido a la edad y un circuito neuronal queda dañado, puede ser sustituido por otro circuito alternativo, de la misma manera que si hay un atasco en una gran autopista a veces podemos sortearlo utilizando carreteras secundarias. Esos circuitos alternativos son la base de la reserva cognitiva que obtenemos entrenando nuestro cerebro, y que nos permitirá tener una mejor salud cerebral a lo largo de nuestra vida.
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