Vicente-Juan Ballester Olmos
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«Los ovnis son un mito creado a partir de la literatura, la prensa, el cine y la televisión»Luis Alfonso Gámez
Lunes, 2 de octubre 2023, 00:35
Vicente-Juan Ballester Olmos (Valencia, 1948) es una de las autoridades mundiales en el estudio de los ovnis. Compaginó durante tres décadas su trabajo como analista financiero en Ford España con una prolífica actividad investigadora, plasmada en una docena de libros desde su iniciático 'Ovnis: ... el fenómeno aterrizaje' (1978). Artífice de la desclasificación de los informes sobre objetos volantes no identificados del Ejército del Aire, acaba de publicar 'The Reliability of UFO Witness Testimony' (2023), obra en la que sesenta autores examinan la fiabilidad del testigo de ovnis a la luz de la ciencia. En esta entrevista, explica las claves del informe publicado por la NASA en el que, 76 años después de la visión de los primeros platillos volantes, dieciséis expertos abogan por investigar el fenómeno y va más allá.
– La NASA afirma que «el estudio de los fenómenos anómalos no identificados (FANI) presenta una oportunidad científica única». ¿Está de acuerdo?
– Es una exageración de partida. Simula asignar excesiva relevancia al 'fenómeno' para finalmente plantear un programa de estudio con aplicación de novedosos sensores y sistemas que requieren, naturalmente, financiación federal. Ese es el quid de la cuestión.
– Así que no estamos ante «uno de los mayores misterios de nuestro planeta».
– Esa es una pequeña 'boutade' de la NASA. Hay muchas incógnitas científicas de mayor peso que los ovnis, aunque desde el punto de vista mediático sean uno de los 'misterios' más populares.
– ¿A qué achaca que, 50 años después de la clausura del Proyecto Libro Azul, Washington haya vuelto a interesarse por los ovnis?
– Entre 2008 y 2010, la Agencia de Inteligencia de la Defensa estadounidense mantuvo un programa secreto de investigación que mezclaba los ovnis, lo paranormal y la tecnología de vanguardia en aplicaciones aeronáuticas. Este estudio se filtró a 'The New York Times' en 2017 y poco después salieron a la luz unos videos de la Marina que han acaparado histéricamente la atención de los medios. Como resultado, la Marina creó un grupo de trabajo sobre los fenómenos anómalos no identificados (FANI). La presión de algunos políticos obsesionados por los ovnis, apoyados por periodistas cabilderos, hizo que en 2021 el Pentágono estableciera un grupo para la identificación de objetos aéreos, que finalmente en 2022 el Departamento de Defensa llamó Oficina para la Resolución de Anomalías en Todos los Dominios o AARO. Esa es sucintamente la cronología de los hechos.
– Según la NASA, que entró en escena hace un año, los FANI son una amenaza para la seguridad aérea.
– Ese es uno de los argumentos más manidos por aquellos que usan los ovnis como plataforma para conseguir fondos extra. ¿Dónde ha estado el riesgo para la aviación, no solo en los Estados Unidos sino en todo el mundo, desde que en 1947 comenzó el mito de los platillos volantes? Aves, rayos, drones, globos, incluso misiles fuera de control, sí que representan riesgos para la aviación, pero ¿los ovnis? La NASA, que habla de oídas, no respalda esa afirmación bisoña con la menor evidencia en forma de casuística.
– Da la impresión de que se postula como la agencia ideal para asumir la investigación ovni para así obtener fondos para construir nuevos satélites y equipos.
– Esa es la clave. La NASA ha hallado un nuevo nicho para apelar a un incremento de su presupuesto en base al enigma de los ovnis y solicitar una generosa financiación del Gobierno. Alejandro Dumas escribió aquello de «Cherchez la femme!»; creo que la motivación actual es «Cherchez the money!».
– La NASA destaca la importancia de un residuo, alrededor del 2%, de sucesos sin explicación convencional por la mala calidad de los datos. ¿Puede haber algo sorprendente en esos casos?
– Tanto si se trata de observaciones de testigos oculares o de registros automáticos, ningún sistema biológico ni técnico es perfecto. Siempre habrá causas para no poder identificar algunos de los millones de supuestos avistamientos de ovnis. Eso hay que asumirlo. Pero no identificado no significa no identificable. Lo importante es que la NASA admite que «no hay datos para sacar conclusiones científicas», que «la mayoría de las observaciones puede atribuirse a fenómenos y sucesos conocidos» y que «las observaciones ovni no tienen unas características similares». Esta última afirmación es determinante: los casos de supuestos ovnis son un ejemplo de entropía absoluta, no hay patrones, no hay un modelo consistente. ¿Por qué? Porque los casos que no se resuelven proceden del espacio interior del sujeto, no del espacio exterior.
– La agencia espacial llama la atención sobre la importancia de los testimonios de pilotos militares. Sin embargo, si algo sabe la psicología es que no hay unos testigos más fiables que otros, que todos somos igual de poco fiables.
– Es un hecho innegable que los aviadores se equivocan y se confunden como todo hijo de vecino. Lo de los testigos de élite es una falacia. Y la AARO lo va a demostrar con pelos y señales. De hecho, una de sus conclusiones preliminares es que el 50% de los casos registrados son globos. Eso demuestra que en numerosas ocasiones los pilotos militares no son capaces de identificar un globo.
– ¿En Washington han retrocedido en el tiempo hasta 1947, cuando temían que los platillos volantes fueran armas soviéticas?
– Sí, estamos partiendo de cero. El Pentágono está reinventando la rueda. Y lo veremos a medida que vayan publicando los resultados de sus investigaciones. Hemos pasado de los platillos volantes de 1947 a los objetos volantes no identificados de los años 50 y a los FANI de los 2000. Los términos se van adecuando a los tiempos y a restarles connotación extraterrestre, porque no hay la menor evidencia en estas ocho décadas de fenomenología de que algunos avistamientos tengan la menor relación con la llegada de seres de otros planetas. Es cierto que potencias rivales usan drones, globos y otros vehículos aéreos para espiar a Estados Unidos. Pero será un pequeño porcentaje de casos. Son equivocaciones, puras y duras. Y los sucesos más espectaculares –aterrizajes, humanoides, abducciones…– son invenciones y mistificaciones.
– Las visiones de cosas en el cielo han sido habituales en los últimos 200 años, ¿no?
– El panel de expertos nombrado por la NASA ha demostrado que carece de la perspectiva histórica necesaria para evaluar globalmente este asunto. En todo el mundo, los miedos a invasiones aéreas, la aparición de aeronaves misteriosas o fantasmales, las oleadas de objetos procedentes del espacio se han constatado sin cesar, al menos, desde 1789 en una sucesión de crisis. La actual crisis comenzó en 1947, y el mito persiste hasta nuestros días.
– Después de más de cincuenta años estudiando los ovnis, ¿esa es su conclusión, que son un mito?
– La influencia de la prensa, la literatura, el cine y la televisión han sido fundamentales en la creación del mito de los ovnis extraterrestres. No hay la menor prueba de que las observaciones de ovnis, incluso las no resueltas, tengan la más mínima conexión con naves de otros mundos, universos o dimensiones. Eso es, simplemente, ciencia ficción.
– ¿El mito ovni hubiera surgido sin la literatura de ciencia ficción?
– No. Hay muchos estudios que muestran la relación entre la aparición de los platillos volantes y los relatos e ilustraciones de revistas y fanzines de ciencia ficción de los años 30 y 40 del siglo pasado, que podrían ser precursores de ciertos avistamientos ovni.
– ¿Qué preguntas le quedan por responder?
– Después de más de 55 años de investigación, con una postura intelectual que ha ido evolucionando, como no podía ser de otra forma, mi convicción es ya absoluta: no hay ovnis ni FANI extraterrestres, son un mito. Como dice la NASA, «los informes de testigos oculares suelen ser convincentes, pero insuficientes para sacar conclusiones definitivas sobre la naturaleza de los FANI». Pero hay que dar un paso más: por encima de los errores de observación, sean visuales o de sistemas automáticos, hay un fenómeno que los psicólogos y los sociólogos, más que los astrónomos, tienen que estudiar.
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