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La Organización Mundial de la Salud alerta de un retroceso en los recursos destinados al gasto sanitario por parte de los gobiernos en todo el mundo. La inversión per cápita disminuyó en 2022 con respecto al anterior 2021, después de registrar un leve aumento durante los primeros años de la pandemia. «El gasto público en salud es crucial para garantizar la cobertura sanitaria universal. Si se le da menos prioridad, esto puede tener consecuencias nefastas«, advierten los autores del trabajo.
El contexto no deja lugar a conclusiones más optimistas: 4.500 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a servicios básicos de salud hoy en día y 2.000 millones enfrentan dificultades económicas por tener que afrontar pagos relacionados con la salud.
«Si bien el acceso a los servicios de salud ha mejorado a nivel mundial, el uso de esos servicios está llevando a cada vez más personas a la pobreza o a dificultades económicas», recordó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
Según el informe 'El gasto mundial en salud tras la pandemia', publicado hoy con motivo de la conmemoración del Día de la Cobertura Sanitaria Universal (CSU), los gastos directos siguen siendo la principal fuente de financiación de la salud en 30 países de ingresos bajos y medianos bajos. En 20 de esos países, más de la mitad del gasto total en salud del país lo pagaban los pacientes directamente, lo que contribuye al ciclo de pobreza y vulnerabilidad.
Pero esta realidad no es exclusiva de los países con bajos ingresos. Al contrario, en los que se sitúan en el extremo opuesto, los pagos directos por los servicios de salud asfixian las economías de las familias, particularmente en los hogares más pobres. Así, en estos países más ricos, más del 20% del total del gasto de salud se pagó directamente del bolsillo de los usuarios de los servicios.
Con estos datos, la OMS hace un llamamiento a los dirigentes para que hagan de la cobertura sanitaria universal «una prioridad nacional» y eliminen el empobrecimiento causado por los gastos relacionados con la salud para 2030.
Para llegar a este escenario, proponen varias estrategias que consideran eficaces: minimización o eliminación de los cargos a los usuarios para los más necesitados, incluidas las personas con bajos ingresos o enfermedades crónicas, la adopción de leyes para proteger a las personas de los costos de la salud que empobrecen y el establecimiento de mecanismos de financiación de la salud mediante fondos públicos para cubrir a toda la población
20 países
Es la cifra de países con ingresos bajos en los que más de la mitad del gasto total en salud del país lo pagan directamente los pacientes
El estudio presentado hoy tenía como objetivo analizar cómo habían evolucionado las políticas públicas de salud después de la pandemia de Covid-19 en el año 2020. En aquel año, el incremento de los presupuestos para este área permitió que los sistemas respondiesen adecuadamente a la emergencia.
«Esto refleja la ventaja de los presupuestos gubernamentales -reflexionan desde la OMS- para financiar las funciones de salud pública, en particular las intervenciones de salud pública basadas en la población, frente a otros esquemas de financiación de la salud, en tiempos de emergencia sanitaria. La financiación gubernamental garantizó que más personas estuvieran protegidas y se salvaran más vidas».
Esta semana, representantes nacionales de salud, jefes de oficinas de la OMS en los países y asesores en políticas sanitarias de más de 125 países se reúnen en Lyon (Francia) para hacer un balance de los avances y los desafíos, acordar áreas prioritarias y métodos de trabajo y establecer la agenda para la siguiente fase de la Alianza por la Cobertura Sanitaria Universal (2025-2027).
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