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La Organización Mundial Meteorológica (OMM) fue la primera organización internacional en presentar sus conclusiones sobre el cambio climático en el primer día de la Cumbre de Bakú, donde 198 países están llamados a alcanzar acuerdos sobre mitigación y adaptación a este fenómeno global en curso. Para no dejar lugar a dudas, su secretaria general, Celeste Saulo, emitió «una alerta roja» por el ritmo «vertiginoso» que está alcanzando el cambio climático en una sola generación. «Algo que está impulsado -recordó durante su exposición- por los niveles cada vez mayores de gases de efecto invernadero a la atmósfera».
Las evidencias sobre esta situación analizadas en el 'Informe sobre el Estado del Clima 2024' son agrupadas en distintos aspectos: el registro de temperaturas del aire y de los océanos, el nivel en altura de estos últimos, la reservas de hielo marino, el nivel de retroceso de los glaciares y, por último, el listado de eventos meteorológicos más devastadores vividos a lo largo del año.
Sobre estos últimos, Celeste Saulo recordó que «el clima extremo ya está causando estragos en las comunidades y las economías de todo el mundo». Una afirmación que en España trae de forma inevitable a un primer plano la imagen de las consecuencias de la dana del 30 de octubre en Valencia. No en vano, la catástrofe tuvo su espacio en el discurso inaugural de este año a manos del presidente de la COP29, Mukhtar Babyev.
Para el resto de indicadores, tampoco hay buenas noticias. El período 2015-2024 será el decenio más cálido registrado, mientras la pérdida de hielo de los glaciares, el aumento del nivel del mar y el calentamiento de los océanos se están acelerando.
La pasada semana, tras conocer los datos de temperaturas difundidos por el servicio europeo Copernicus -refrentados por esta organización meteorológica- el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, se sumó al pesimismo para advertir que «la catástrofe climática está golpeando la salud, ampliando las desigualdades, dañando el desarrollo sostenible y socavando los cimientos de la paz. Los más afectados son los más vulnerables». Su discurso, previsiblemente apocalíptico, tal y como ha venido siendo en las útlimas citas de las Cumbres del Clima, se espera para la segunda jornada del evento internacional, donde también intervendrá el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
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«El período 2015-2024 será el decenio más cálido registrado». Esta es la conclusión más relevante y con la que arrancan el informe. La temperatura media mundial del aire en superficie en 2024 -con datos hasta septiembre- fue de 1,54 grados centígrados más con respecto a la era preindustrial.
Esto pone de relieve, según la OMM, que las ambiciones reflejadas por los países firmantes del Acuerdo de París, donde se asumía el compromiso de tomar medidas para que el calentamiento global no superase los 1,5º, «corren un grave peligro».
Aún así, dicen, no se debe dar por perdido. Que la temperatura ya haya superado este año esta línea roja señala como punto de referencia por la lucha climática mundial no es sinónimo de fracaso. Para considerar que ya no haya nada que hacer, esta elevación de la temperatura registrada en meses, días y años debe mantenerse de forma más estable durante más tiempo, al menos un decenio. Sin embargo, declaró Saulo, «cada fracción de grado de calentamiento cuenta, por lo que hay que seguir mantienendo los esfuerzos comprometidos».
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Al igual que sucede con el aire en superficie, la temperatura de los mares no da tregua. En 2023 el contenido calorífico de los océanos fue el más elevado del que se tiene constancia y, según los datos preliminares que se manejan, 2024 se mantendrá en niveles parecidos.
En un margen temporal más amplio, las tasas de calentamiento de los océanos muestran un aumento especialmente marcado en los dos últimos decenios. Si tenemos en cuenta el papel que ejercen como reguladores del clima en la Tierra, entre 2005 y 2023, el océano ha absorbido, de media, cerca de 3,1 millones de teravatios por hora (TWh) de calor cada año. Esto supone más de 18 veces el consumo mundial de energía en 2023.
«El océano absorbe alrededor del 90 % de la energía acumulada en el sistema Tierra, y se prevé que el calentamiento de sus aguas continúe, porque se trata de un cambio irreversible durante cientos o miles de años», recoge el informe de la OMM. Cuanto más calor acumulen, al margen de los cambios que pueda provocar en la biodiversidad, menos eficientes son como sumideros naturales de dióxido de carbono.
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La temperatura está estrechamente ligada a la subida de las aguas, por la dilatación que estas experimentan, por el deshielo marino y el derretimiento de los glaciares. En el periodo entre 2014 y 2023, el nivel medio mundial del mar aumentó a un ritmo de 4,77 mm por año, más del doble de la tasa registrada entre 1993 y 2002.
Sobre la pérdida de superficies heladas, los datos son igualmente pesimistas. Así, la extensión de hielo en la Antártida fue la segunda más baja en el registro satelital entre 1979 y 2024. En el mar ártico, tras el verano, la extensión helada fue la séptima más baja.
Las noticias no son mejores para los glaciares, otro de los grandes 'chivatos' del estado del clima a nivel global. En 2023, estos perdieron un récord de 1,2 metros de hielo, aproximadamente cinco veces la cantidad de agua del Mar Muerto. Fue el mayor retroceso desde que comenzaron las mediciones en 1953. En Suiza, los glaciares perdieron alrededor del 10% de su volumen restante entre 2021 y 2023.
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Todos estos datos se traducen expresiones extremas del clima, como sequías más largas, inundaciones por precipitaciones muy intensas y grandes incendios, que en 2024 alcanzaron cotas nunca vistas por los científicos.
Estos fenómenos meteorológicos se cobran centenares de vidas en todo el mundo, afectan a los sistemas alimentarios de distinta índole y, en última instancia, está provocando millones de desplazamientos de personas que buscan un lugar seguro donde sobrevivir.
En el mapa de los episodios más destacados, llama la atención que no hay región del mundo que escape a los efectos del cambio climático. Los incendios en Canadá, la sequía en África, Latinoamérica y la cuenca del Mediterráneo, las inundaciones en Centroeuropa y Asia...
El único fenómeno que no hace distinción por zonas es el calor. Solo en Europa, dejó 47.690 muertes en 2023. En términos globales, las olas de calor afectaron especialmente al este de Asia, el sudeste de Europa, el Mediterráneo y Oriente Medio, el suroeste de Estados Unidos, el sudeste de Asia, el norte de la India, América Central y a gran parte de África.
Las cifras globales de estos episodios ahora apuntados en el informe de la OMM serán proporcionadas por los socios de las Naciones Unidas para ser incluidas en el informe final sobre el Estado del Clima Mundial 2024, que se publicará en marzo de 2025.
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Para hacer frente a los efectos del cambio climático, los servicios de meteorología de todo el mundo, representados en la citada organización internacional, piden más inversión porque se erigen en instrumentos imprescindibles de la lucha contra los efectos devastadores de estos fenómenos extremos.
«En nuestro camino hacia el desarrollo sostenible, debemos hacer más para convertir la ciencia y la información climáticas en servicios prácticos, para que los servicios climáticos sean más accesibles y para utilizarlos de manera más eficaz», declaró la secretaria general. «Ante desafíos ambientales sin precedentes -siguió- el desarrollo, la distribución y el uso de información climática para posibilitar la acción climática nunca ha sido más crucial.
El sistema de Alertas Tempranas para Todos (EW4ALL) es uno de estos instrumentos y, según el informe, ha experimentado importantes avances en distintas partes del mundo. A pesar de que está previsto que acabe su despliegue en 2027, 108 estados ya cuentan con uno de estos sistemas de avisos, tan presente en el debate de la dana de Valencia.
Son especialmente relevantes en la gestión del riesgo en caso de inundaciones y lluvias torrenciales. Estos eventos son, además, los más habituales. En el período comprendido entre 2020 y mediados de 2024, constituyeron el desastre notificado con mayor frecuencia y las tormentas provocaron las mayores pérdidas económicas, contribuyendo al 59% del total, según los datos de la base de datos internacional sobre desastres EM-DAT.
No fueron la mayor causa de víctimas. Los peligros relacionados con el calor siguen siendo el factor más letal, ya que a él se debió el 57% del total de fallecimientos relacionados con el clima.
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