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La contaminación química es quizá la menos obvia, pero su amenaza alcanza hasta el rincón más insospechado. De todos, los ríos y otros ecosistemas acuáticos son los más sensibles. La actividad humana y sus desechos filtran con facilidad a la naturaleza por distintos cauces y ... acaban calando en los ecosistemas y amenazan a la enorme diversidad de organismos que viven en ellos.
Son muchos los análisis de aguas que detectan los contaminantes más presentes en los ríos españoles, pero el último realizado por el CSIC, en colaboración con SeoBirdlife y Ecoembes, alerta de la presencia, sobre todo, de un antidepresivo y un insecticida (el primero procedente de la actividad humana y el segundo de la agricultura) en zonas catalogadas por su alto valor ecológico.
Estas dos sustancias destacan por su abrumadora presencia entre un total de 59 tipo de contaminantes que han aflorado en 140 áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA). Estas últimas son zonas de alto valor ecológico porque en ellas vive regularmente una parte significativa de la población de una o varias especies de aves consideradas prioritarias por la BirdLife.
Las áreas IBA que salen peor paradas en este estudio, al estar más afectadas por los citados contaminantes, son la Campiña de Carmona (Sevilla), los Saladares de Guadalentín (Murcia) y las Hoces del Turia y los Serranos (Valencia).
El mayor problema para estos parajes y su biodiversidad es que estas sustancias son especialmente dañinas, no solo pos su toxicidad y sus efectos neurotóxicos en organismos acuáticos, aves y mamíferos, sino por que son bioacumulativas. Es decir, que persisten en el medioambiente a lo largo de las décadas porque se degradan con mucha dificultad.
Los fármacos más presentes en las aguas fueron la venlafaxina (el citado antidepresivo), la carbamazepina (un antiepiléptico empleado también para el tratamiento de ciertos dolores intensos) y el tramadol (un analgésico con opiáceos recetado para el tratamiento del dolor intenso). Y su presencia en las muestras de agua recogidas no es anecdótica: estaban presentes en el 84% de las 411 analizadas.
Otro de los clásicos del análisis de parajes acuáticos detectados fueron la cafeína y la nicotina, con presencia en el 76% de las muestras analizadas. A estas le seguían pesticidas, compuestos perfluorados (componentes del Gore-Tex®, teflón, o de las espumas contra incendios, y utilizados en la industria agroalimentaria y en productos de construcción y domésticos) y la benzofenona (filtro solar usado en cosmética y como aditivo en la industria del plástico).
Para María Dulsat-Masvidal, primera autora del estudio e investigadora predoctoral del IDAEA-CSIC, de todas las sustancias citadas las más preocupantes son «el insecticida clorpirifós por su efecto neurotóxico, el antidepresivo venlafaxina por afectar a organismos acuáticos y estar ampliamente distribuido en aguas, y el compuesto perfluorado PFOS con elevada capacidad de bioacumulación».
Los investigadores señalan en su trabajo que, aunque la agricultura y la actividad humana son las fuentes de toxicidad más frecuentes, también proceden de los efluentes de las plantas de tratamiento de aguas residuales.
Aunque las áreas IBA no son en sí mismas una figura de protección, los autores del estudio recuerdan que son la referencia para designación de espacios protegidos dentro de la Red Natura 2000.
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