Sandra Santos
Especial cinco años de la pandemia

El relato al borde de la muerte que hace imborrable el paso de la covid por Salamanca

La historia de una superviviente cuya vida no ha vuelto a ser la que era. Para muchos la pandemia quedó en el olvido para otros es una huella imborrable

Viernes, 14 de marzo 2025, 08:14

Noviembre de 2020. Mensaje de whatsapp. Queridos todos, esto va para adelante, aún necesito oxígeno adicional, pero he podido levantarme al baño. Empiezo a reconocerme.

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Almudena -nombre ficticio- llora mientras lee los mensajes que enviaba a sus amigos durante su ingreso en el hospital. Son escuetos, pero llenos de agradecimiento. Durante tres semanas recuerda ver en su pantalla de teléfono constantes conversaciones en las que preguntaban por ella. Pero ella no estaba. No tenía fuerzas para responder. Su hija le ayudó a crear una lista de difusión y así poder devolver el cariño que durante tanto tiempo había recibido. Antes abominaba el teléfono, no solía mirar las redes sociales, pero durante la pandemia le dieron vida.

Paseamos por Salamanca en un intento de recordar todo aquello por lo que pasó. Su mente ha borrado y olvidado, quizás fueron las altas fiebres, las idas y venidas de conocimiento o su incapacidad para poder valerse por sí misma ni siquiera de respirar durante tanto tiempo. Almudena no quiere ni poner su nombre a la historia, fue demasiado duro. Temió por su vida. Se llegó a rendir.

Era noviembre y había decidido ir a visitar a su madre, ya mayor, en otra provincia. Sin embargo, empezó a encontrarse mal. Sentía que le costaba respirar y tenía alguna décima de fiebre. ¿Se lo habré contagiado a mi madre? Era lo único que podía pensar. Un día después se hizo el test: positivo.

«Recuerdo que fui la primera en confinarme en mi habitación, pero después fue el resto de mi familia. Yo esta preocupada por mi madre, por mi marido... tosía mucho, pero yo sentía que no podía respirar. Fui en dos ocasiones a urgencias y en la segunda me ingresaron. Era principios de noviembre», cuenta.

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A partir de ahí su vida cambió para siempre. Después de pasar una semana ingresada en planta su neumonía bilateral grave fue a peor. Recuerda una noche en concreto, no encuentra la precisión entre una habitación de UCI o de planta, pero eso es lo de menos. «Sentía que no podía más. Que estaba cansada, que no quería seguir haciendo esfuerzos para respirar, que no quería ahogarme. Pensé que me tocaba morir y sentí paz y tranquilidad. Me rendí, pero sabiendo que estaba feliz con la vida que había tenido».

Pero su cuerpo no se rindió, siguió luchando. Una semana en planta, otra en UCI y una más en planta. «En el fondo sabía que yo tenía más guerra que dar en esta vida», continúa. Y así fue. Día a día, prueba a prueba y con mucha medicación, Almudena fue recuperándose hasta volver a su casa. Salió por la puerta del Hospital sin poder andar, tampoco podía hacer la comida o simplemente levantarse sin esfuerzos. Su vida había cambiado.

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Sin embargo, el hecho de cambiar, recalca, no significa dejar de hacer. Cada día daba un paso más, hasta donde pudiera. «Si solo podía dar media vuelta a la manzana, lo hacía; si podía dar una entera, lo hacía; y así poco a poco». Paso de dar solo unos pasos, a dar una vuelta a la manzana, después dos y así hasta que logró volver al trabajo. Antes de lo previsto, pero «necesitaba olvidar todo lo que había pasado».

Faltaba más. una caída colmó sus expectativas. Se rompió dos vértebras y tuvo que ser ingresada de nuevo. Las consecuencias del covid pasaban factura de la manera más cruel posible. Y desde noviembre no fue hasta julio cuando volvió a pisar su ansiado puesto de trabajo. Seguro que muchos recelan de madrugar por las mañanas, pero para ella era la vuelta a su ansiada normalidad.

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«Normal, normal... mi vida nunca ha llegado a ser como era», reconoce. «A día de hoy no soy la que era antes del covid. Es cierto que ha sido una lección de vida en muchos sentidos, he llegado a hacer cosas que nunca me hubiera pensado, precisamente reflexionando sobre los días en los que creí que no salía de allí, pero yo siento mucha fatiga, mucho cansancio... Mis huesos no han vuelto a ser los mismos tras tanta medicación e incluso me costó recuperar la cabeza».

Durante las semanas que estuvo ingresada recuerda que no hablaba correctamente y que le costaba comprender lo que le decían. Incluso no podía ver una película a una velocidad normal. Todo le costaba el doble, el triple... como ahora volver la vista atrás.

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Es solo un paseo. Un paseo que le recuerda que nada es como antes. Que todo permanece, que no hay olvido, aunque a veces su mente quiera borrarlo todo.

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